¿Cuándo debo vender mi compañía?

La semana pasada asistí al Encuentro de Webs de Alto Tráfico organizado por Emilio Márquez, a quien aprovecho para felicitar públicamente por organizar estos eventos tan productivos y de tan alto calibre.
En el encuentro pude charlar con muchos emprendedores del sector y, en más de uno de estos corrillos, se planteó la cuestión de cuándo debe uno empezar a sopesar la posibilidad de vender su negocio. A pesar de que no existe una respuesta “correcta” a esta pregunta, ya que necesariamente cada caso debe ser valorado independientemente y generalmente influyen varios elementos, intentaré desgranar alguno de los factores principales que debe considerar el emprendedor para valorar tal decisión.
Creo firmemente que en la vida, como en los negocios, es importante saber abrir y también cerrar etapas para lograr una sensación permanente de inercia y progreso. No saber abrir etapas puede resultar tan frustrante como no cerrarlas a tiempo y, en ambos casos, el resultado es idéntico: una sensación de parálisis y falta de evolución que puede resultar enormemente frustrante. Cuando una empresa adquiere tracción, no es mal momento para que sus fundadores empiecen a plantearse bajo qué condiciones cederían el testigo. Aquí entran en juego factores puramente económicos, y factores de carácter emocional.
En el plano puramente económico, frecuentemente uno se encuentra en la situación de que es imposible (o muy complicado) seguir creciendo sólo. La empresa está utilizando sus recursos de forma eficiente y los resultados acompañan, pero la tasa de crecimiento es cada vez menor y tiende a cero. Seguir compitiendo en estas condiciones – especialmente en sectores dinámicos como Internet donde las empresas deben mantener fuertes tasas de crecimiento simplemente para conservar su posición – se hace cada vez más complicado, y el emprendedor debe plantearse la posibilidad de vender su negocio a otro con más recursos que pueda tomar el relevo e inyectar el músculo financiero necesario para seguir escalando el negocio.
Otro elemento que hay que considerar es el contexto económico y las ventanas de oportunidad. Estar en el mercado adecuado en el momento adecuado puede contribuir a generar tasas de crecimiento elevadas en una empresa de reciente creación, pero no estarlo puede producir retornos marginales decrecientes y una paulatina erosión de los recursos de la compañía, por mucho empeño que pongamos. Saber leer el contexto económico y determinar si existe una ventana de oportunidad que posiblemente no se vuelva a repetir en décadas es, por tanto, un factor crítico para tomar la decisión de venta. Quizás tú no dispones de recursos para seguir creciendo el negocio hasta que se abra la próxima ventana de oportunidad, pero tu comprador sí.
De no menos importancia son los factores psicológicos o emocionales. Muchos lectores de este blog están sobradamente familiarizados con la montaña rusa que supone crear una empresa, y cómo los éxitos y los fracasos tienden a magnificarse. Por muy duro que uno sea de mollera, por muy buen emprendedor que sea, este balancín emocional inevitablemente erosiona al equipo gestor psicológicamente y – en muchas ocasiones – llega el día en el que uno ya no siente la misma ilusión ni dispone de la misma energía cuando suena el despertador por la mañana. Desde mi punto de vista es preciso que el emprendedor mire a su interior periódicamente en busca de estas señales de alarma y, sobre todo, que sea sincero consigo mismo y con sus socios. Esta desilusión, común cuando tu startup se convierte para ti en un trabajo, puede ser pasajera pero también puede enquistarse y convertirse en una seria barrera al crecimiento futuro. Si tú crees que no puedes llevar la empresa a dónde ésta puede llegar, o simplemente ya no tienes ganas de hacerlo que es una razón tan válida como cualquier otra, quizás ha llegado el momento de apartarse y dejar que lo haga otro.
Por último, y regresando al punto inicial de abrir y cerrar etapas, ¿has llevado tu negocio a dónde querías? ¿Has creado el producto o servicio que querías? Llega un punto en la vida de muchas compañías – y creo que Twitter es un buen ejemplo de ello – donde el equipo fundador ha creado un producto de éxito que ha calado entre el público y ha cogido tracción. Una vez establecido este producto, y habiéndose demostrado su eficacia, puede que los gestores con las aptitudes necesarias para llevarlo al siguiente nivel se encuentren fuera de la compañía y no dentro. Has logrado crear un producto que ha cambiado la forma de comunicarse, de trabajar o de divertirse, pero tu sector cambia tan rápidamente que tu producto tendrá que iterar permanentemente para mantenerse al día. ¿Quieres liderar esa etapa indefinidamente o consideras que ya has cumplido tu u objetivo y es hora de cerrar esta etapa y construir otra cosa? Abrir etapas, cerrar etapas.
Evidentemente para llegar a esta situación, y poder plantearte si es un buen momento para vender tu compañía, antes debes de haber creado un producto o servicio que aporte valor a alguien, construido un equipo que pueda ejecutar esa visión, obtener algún tipo de financiación para llevarlo a cabo, y demostrar que eres capaz de trasladar un bonito powerpoint a una cuenta de explotación real. Si no, posiblemente nunca llegues a tener que tomar la decisión de vender porque nadie estará interesado en comprar.