Google Health – ¿Cuándo decir basta?

A mediados de 2008, Google lanzó el servicio gratuito «Google Health» con no poca controversia. Entre otras cosas la plataforma permite al paciente archivar radiografías y demás pruebas realizadas en distintos centros médicos, así como acceder a su historial clínico remotamente lo que podría acelerar diagnósticos y optimizar tratamientos. La plataforma da acceso también a una amplia base de datos y enlaces relacionados con enfermedades, diagnósticos, tratamientos… Google no es la única empresa en ofrecer un servicio de similares características. Health Vault de Microsoft y WebMD son tan sólo dos ejemplos más de una tendencia que gana terreno.

Antes del lanzamiento de Google Health, y ante el asombro de muchos sectores ante la posibilidad de que el historial médico de millones de personas estuviera «almacenado en Internet» y además «por Google«, el consejero delegado del buscador Eric Schmidt. Schmidt se apresuró a asegurar que esta herramienta no estaría financiada con publicidad, y que no se compartirían los datos privados de los pacientes sin su consentimiento. Dicho sea de paso, me pregunto cuánta gente entenderá las implicaciones de otorgar tal consentimiento pero eso es otra historia.

Esta semana Google Health ha saltado nuevamente a la palestra por dos motivos; por un lado el anuncio de que la plataforma almacenará las últimas voluntades médicas de los Usuarios (donación de órganos, reanimación etc.), y por otro lado el anuncio del líder Conservador británico David Cameron de que en el caso de ganar las próximas elecciones se planteará si ceder el almacenamiento y gestión de datos médicos a Google o Microsoft; un negocio lucrativo, que permitiría al gobierno británico ahorrar más de 12.000 millones de Libras Esterlinas.

Las posibles implicaciones y consecuencias de este tipo de actividad al más puro estilo Gran Hermano ponen los pelos de punta. Si bien Google ha defendido que su plataforma no se monetizará directamente a través de la inclusión de publicidad, sino indirectamente aumentando el tráfico hacia otras páginas de Google que sí la incluyen, cuesta creer que una empresa se embarque en un proyecto tan delicado sólo con ese propósito existiendo cientos de alternativas que servirían igualmente. Sin entrar a discutir las implicaciones de facilitar a los pacientes que se auto-diagnostiquen, que accedan a información médica poco contrastada o que se automediquen todavía más de lo que sucede en la actualidad.

Dudo mucho que la información confidencial del paciente esté más segura en sus propias manos que en las de Google, y menos aún en manos del gobierno a través de cualquier organismo público. Y tampoco veo necesariamente malo que uno – si así lo desea expresamente – pueda recibir información o incluso publicidad relacionada con alguna enfermedad o afección que padezca. Sin embargo, creo que aquí falta transparencia y la claridad brilla por su ausencia.

Yo, por el momento, en una carpetilla de las de toda la vida.