Empatía en Marketing Online: El Arte de Pensar en los Demás

La empatía —que esencialmente significa ponerse en la piel de los demás y tener en cuenta sentimientos que van más allá de los nuestros propios— no sólo es una cualidad deseable en lo personal, sino que también es uno de los atributos más importantes del emprendedor de éxito.

Por desgracia, parece que la empatía en los negocios es una cualidad infravalorada. Eso de pensar en el prójimo suena anticuado y pasado de moda, aunque en mi propia experiencia (y llevo unos cuantos años haciendo esto), debería ser todo lo contrario.

Como ya te adelanté en este artículo sobre la importancia de la honradez en el contexto del marketing online, el karma existe en los negocios digitales. Puedes estar seguro de ello.

De una forma u otra (no me preguntes cómo ni por qué), recogerás lo que siembres en tu camino hacia la construcción de un negocio de éxito en Internet: siembra empatía, y recogerás frutos jugosos y abundantes; siembra egoísmo, en cambio, y terminarás pasando desapercibido.

Yo creo que todos comprendemos la teoría —al menos sus principios fundamentales— pero es fácil distraerse y optar por el camino fácil.

Pensar En Los Demás

Cuando quieras darte cuenta, es muy posible que hayas bajado la guardia y te estés centrando exclusivamente en tus propios objetivos —los deseos, intereses y necesidades de tu propio negocio en Internet— ignorando por completo la realidad de tu Audiencia, clientes, proveedores, socios, empleados, anunciantes y colaboradores externos.

El resultado es evidente: cuando ignoras la realidad de todas esas piezas que rodean y conforman tu actividad, de facto estás erosionando y destruyendo tu propio negocio.

Te voy a contar una cosa que me pasó el otro día.

Iba plácidamente en mi coche de camino al trabajo, escuchando un podcast como suelo hacer cada día (no hay mejor forma de convertir esos tediosos trayectos que todos hacemos a diario en magníficas oportunidades de aprendizaje).

Por el rabillo del ojo derecho vi un coche blanco —¡todavía recuerdo el color!— enfilar a gran velocidad el cruce que me disponía a atravesar. Iba muy rápido. Tan rápido, de hecho, que era físicamente imposible que se detuviera a tiempo en el ceda el paso.

El tiempo se detuvo, y esa fracción de segundo se me hizo eterna recordando algo muy similar que me ocurrió hace algunos años en pleno centro de Madrid: otro coche se saltó un ceda el paso y me arrolló, destrozando la puerta y el habitáculo del copiloto con la fortuna de que ese día no llevaba a nadie al lado.

No me lo podía creer. Iba a pasar otra vez. Otro accidente aparatoso.

Bueno, pensé, por lo menos estaba relativamente cerca de casa, y a escasos metros de mi taller habitual, aunque a esa velocidad quizás lo que iba a necesitar era más bien una ambulancia.  

Reaccioné a tiempo, comprobé en el espejo retrovisor que el coche que tenía detrás no estaba demasiado pegado, y pegué un frenazo que casi salta hasta el airbag.

Crisis evitada.

No soy muy fan de tocar el claxon a posteriori —francamente, me parece de mal gusto y detesto los ruidos— y aunque entiendo que puede ser útil para avisar a alguien ex-ante de un peligro potencial, no creo que aporte mucho utilizar el claxon a modo de protesta o rabieta, la verdad.

Pero en esta ocasión estaba dispuesto a hacer una excepción.

Me disponía a arrojar todo el peso de mi cuerpo sobre el claxon (y quedarme ahí un buen rato), hasta que vi la cara de la mujer se había saltado el ceda el paso. Y sí, en este caso concreto era una mujer la que conducía, lo cual no implica nada en absoluto. De hecho, en mi experiencia personal ellas suelen ser más prudentes al volante que nosotros, pero en cualquier caso, así es cómo sucedió.

La pobre señora estaba desencajada y claramente desquiciada. Ni siquiera se había percatado del colosal accidente que su imprudencia había estado a puntito de provocar, y era completamente ajena al riesgo que milagrosamente ambos habíamos escapado.

arte de pensar en los demás
Imagen cortesía de Universal Studios

Créeme, querido Lector, no lo hice conscientemente. Tampoco voy a ir ahora de Santo, y sé que más de uno habrá arqueado las cejas al ver que este artículo iba de empatía y de pensar en los demás. Pero en ese momento empecé a pensar en lo que podía estar sucediendo en la vida de esa mujer —lo que podía estar pasando por su cabeza— para que fuera tan desencajada por la vida.

¿Quién sabe?

Quizás su padre o su madre estaban muy enfermos. Quizás había perdido su trabajo y llegaba tarde a una entrevista. Quizás habían diagnosticado a su hijo una enfermedad terrible, quizás llevaba días sin dormir por alguna preocupación, quizás, quizás…

Nunca sabré lo que le pasaba a esa mujer para ir conduciendo de forma tan temeraria esa mañana y, quizás, no le pasaba absolutamente nada. Quizás no fue más que un simple despiste.

Pero ese incidente fue el germen de este artículo que estás leyendo ahora mismo, y de una importante lección para emprendedores: el valor de la empatía en los negocios.

La próxima vez que un Usuario —ya sea un Lector de tu blog, un Oyente de tu podcast, un espectador de tu canal de YouTube, un seguidor en las redes sociales, un Suscriptor o cualquier otro eslabón en tu estrategia de marketing— te diga o haga algo que no te guste, o reaccione de forma a tu juicio imprevista, prueba ponerte en su lugar.

No te digo que siempre vayan a llevar ellos la razón (por desgracia siguen existiendo personas incongruentes, maleducadas, ignorantes y desagradecidas en todos los sentidos), y tampoco te digo que esto implique renunciar a ganar dinero con tu negocio online.

Pero pensar en los demás es un ejercicio muy enriquecedor, y en este caso ejercitar la empatía (sin renunciar a tus ideales ni a la asertividad) te ayudará a comprender mejor las necesidades reales de tu Audiencia.

Empatía En Los Negocios
Imagen cortesía de Pixabay

Al fin y al cabo, todo negocio en Internet tiene una razón de ser: atender las necesidades reales, los deseos, los anhelos y las frustraciones de un público objetivo (tus Usuarios) según lo expuesto magistralmente en la Pirámide de Maslow.

Y sucede exactamente lo mismo con tus clientes, proveedores, socios, empleados o colaboradores. Porque también ellos forman una parte integral de tu negocio en Internet.

Los negocios en Internet giran en torno a personas; a necesidades reales de personas reales. Cuando alguna de esas personas actúa o reacciona de una forma que no es la que nosotros deseamos, la primera reacción es enfadarnos y adoptar una posición defensiva ya que lo interpretamos como una amenaza.

La próxima vez que te suceda algo así en tu negocio, prueba cambiar el chip. Al fin y al cabo, para eso somos seres humanos. Tenemos la capacidad de reflexionar antes de responder de forma refleja.

En muchos casos —no te digo que siempre, pero sí a menudo— verás que esta estrategia de pensar en los demás y ponerse en el pellejo de tu contraparte será una experiencia tremendamente enriquecedora para ti y para tu negocio, que te ayudará a descubrir oportunidades que quizás habías pasado por alto.

Como mínimo, lo que sí te puedo garantizar, es que te sentirás mejor contigo mismo y aumentará tu confianza en lo que estás haciendo. Como emprendedor, y como persona.

PD1 — Curiosamente, poco tiempo después de mi incidente, ese cruce se convirtió en una rotonda.

PD2 — Si quieres aprender a utilizar el storytelling en tu blog (como acabo de hacer yo) en este artículo te explico cómo se hace.